El juego de recreativa era un auténtico flipe. Fue desarrollado por la conocida compañía japonesa Data East en 1986 y consistía en llevar un vehículo de alta tecnología militar, capaz de disparar y dar enormes saltos, atravesando cinco fases diferentes atravesando las líneas enemigas para recuperar un prototipo de sofisticado avión de combate: El Aircraft PK430.
Esta recreativa estaba en un bar de mi barrio y disfrutaba mucho tanto jugando como viendo jugar a los demás. Recuerdo que llegué a acabarme el juego con tan sólo cinco duros, para descubrir después, que el juego no se acaba sino que empieza de nuevo pero más difícil. Era un arcade altamente recomendable y muy, muy jugable.
Claro, como es lógico, cuando vi el anuncio en Micromanía y vi que se había desarrollado un conversión para mi querido Spectrum, como es lógico, mi alegría fue enorme. Contaba los días para que saliera a la venta. En fin que me lo compré y raudo cargué el juego. La pantalla de carga creo que era lo mejor que tenía, ya que era bastante espectacular, y anticipaba un poco el "espectacular" juego que te ibas a encontrar.
Una vez que se cargaba el juego, comenzaba a sonar la musiquilla, si es que se le puede llamar así a semejante aborto, y aparecían los dudosos créditos del juego. Paul Houbart junto a dos grafistas, tuvieron el honor de haber programado semejante engendro, junto a otro juego de la más absoluta mediocridad: Wizard Warz. A ver, graficamente el juego no estaba mal; era colorido y tenía un scroll caracter a caracter bastante suave, y ya. El sonido de los disparos era el de un pajarillo con hambre. La detección de colisiones con los enemigos era mala con avaricia. Y para colmo, el programa no detectaba dónde aterrizábamos con el coche si manteníamos pulsada la tecla de salto ¡Bravo!
Yo quería que me gustara. Después de acabarme el juego con este truco tan cutre, decidí jugar de forma normal. Pero era imposible; el juego era tan malo y tan poco jugable que no merecía la pena el esfuerzo. Guardé el juego en el cajón más oscuro y más profundo de mi habitación para no volverlo a ver más, lamentándome por el dinero gastado, un dinero que costaba varias semanas juntar con la escasa paga que me daban mis padres.
Sí amigos, US GOLD lo había vuelto a hacer. Aprovechando la licencia de un juego de recreativa de éxito, dio luz verde a un juego de mierda, aprovechando la inocencia de los chavales de la época que estaban deseando jugar los éxitos de los arcades en sus casas, entre los que estaba yo. Ahora lo recuerdo con gracia y le tengo cariño a este puñetero juego, que en vez de divertir, me causa risa. Al menos es algo ¿no?
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